En los últimos tiempos estamos siendo testigos de numerosos cierres de gasolineras y estaciones de servicio. La entrada en el nuevo milenio no fue buena para este sector. En los últimos años nos parecía observar una especie de frágil tregua, pero la crisis de 2008 primero, y ahora la crisis derivada de la pandemia de la Covid19 están haciendo que la sangría de cierres vuelva a empezar. Y, aunque la nueva agilización de trámites hace que abrir una gasolinera sea más fácil que nunca, cada vez son más los establecimientos gasolineros que no pueden soportar la carga de gastos fijos que supone mantenerse en pie, haciendo que los esqueletos vacíos de las estaciones de servicio formen una parte cada vez mayor de nuestro paisaje.
Son muchos y muy variados los motivos que han llevado al cierre a tantos establecimientos gasolineros, pero quiero hacer hincapié en algunos que, considero, son los más importantes.
Para entender el primero de los motivos tenemos que hacer un pequeño viaje en el tiempo y retroceder más de 30 años. En aquellos tiempos, abrir una gasolinera no era tan sencillo. Para poder hacerlo, había que solicitar una concesión administrativa que no era fácil de conseguir; además, la distancia mínima entre gasolineras era mucho mayor. Pero, en 1980 esto cambió. A partir de ese momento los trámites para poner en marcha una gasolinera se redujeron y simplificaron, y también se redujo drásticamente la distancia mínima entre gasolineras. Además, en 1992 el gobierno puso fin al monopolio que ejercía Campsa en el sector, abriendo las puertas a una gran oferta de suministradores de producto sin precedentes hasta ese momento. Abrir una gasolinera pasó a ser casi tan fácil como abrir una tienda de ultramarinos. Esto, unido a una idea preconcebida y falsa de gran rentabilidad de este tipo de negocio, hizo que fuesen muchos los que se lanzasen a la piscina y decidiesen poner en marcha su propia estación de servicio, sin hacer estudio de mercado de ningún tipo o haciéndolo de forma incorrecta, sin tener en cuenta la IMD (intensidad media diaria), o lo que es lo mismo, la cantidad de coches que pasa por el lugar de media en un día. Muchos pensaron que tener una gasolinera en cada núcleo de población, por pequeño que este fuese, era más que rentable, y, obviamente, se equivocaban. Porque con lo que no contaban es con que una gran parte del precio final de venta de los combustibles lo forman impuestos, es decir, dinero que no es de la gasolinera, que hay que pagar. A estos impuestos hay que sumarle todos los gastos fijos que supone tener en funcionamiento este tipo de negocio, como son los sueldos de los empleados; la compra de los propios combustibles; los gastos de luz, agua, teléfono, mantenimiento, etc.; la implantación de medidas de control medioambiental, muchas de las cuales son obligatorias; o la puesta en funcionamiento de servicios adicionales, entre otras muchas cosas. Al final, el margen de beneficios es muy estrecho y, en el caso de gasolineras abiertas sin un correcto estudio de mercado, esos pocos beneficios pasan a ser inexistentes. El volumen de ventas tiene que ser tremendamente elevado para poder hacer el negocio viable y muchos gasolineros se dieron cuenta de que, solo con los repostajes de los vecinos de su pueblo, la gasolinera no podía mantenerse en pie.
Un ejemplo claro de esto son la gasolinera de O Empalme, en Tordoia, o la E.S. A Castriz, en Santa Comba.
Hubo algunas gasolineras que fueron capaces de adaptarse al desmonopolio y al aumento de la competencia incorporando nuevos servicios, como pueden ser las tiendas de conveniencia, los pequeños supermercados, las zonas de lavado o taller o la venta de gasóleos a domicilio; pero fueron muchas las que se negaron a reconvertirse. Además, con el aumento de la competencia, los clientes empezaron a solicitar una atención cada vez más profesionalizada, a pesar de lo cual muchos gasolineros tampoco quisieron invertir en formar a sus empleados, quedándose desfasados con respecto a la competencia que ofrecía a sus clientes un trato profesionalizado y diferenciado. Y no solo se negaron a profesionalizar a sus empleados, sino que ni siquiera los propios directivos y gerentes de esas gasolineras quisieron profesionalizarse ellos mismo, lo que hizo que sus conocimientos del sector quedasen absolutamente desfasados. Eso abocó a sus gasolineras y estaciones de servicio al fracaso. Un ejemplo claro de este motivo de cierre es el de las tres gasolineras de la capital de Bergantiños, pertenecientes todas al mismo grupo, que estuvieron cerradas durante mucho tiempo. Una de ellas acabó por desaparecer completamente, mientras que las otras dos solo sobrevivieron gracias a que fueron alquiladas por otros responsables que sí supieron adaptarse al nuevo terreno de juego, diversificando y profesionalizando los servicios.
Otro ejemplo es el de la gasolinera de As Pías, que también echó el cierre por negarse a profesionalizarse y a diversificar y ampliar servicios, no creyéndolo importante ni necesario. A este respecto, existe una frase muy extendida entre los gasolineros, que dice así: “yo soy gasolinero, no tendero”, negándose, de esta forma, muchos gerentes y directivos a ampliar los servicios ofrecidos a los clientes más allá del de gasolinera tipo.
Las unidades de suministro fueron otro de los grandes damnificados por la desmonopolización. Las unidades de suministro son instalaciones de un único surtidor que oferta simplemente un gasóleo por un lado y una gasolina por otro, sin ni siquiera ofrecer agua, ni aire, ni baños. Este tipo de gasolineras puede funcionar en sitios muy concretos, pero en muchos casos la imposibilidad de hacer una inversión más importante en la ampliación de sus instalaciones hace que el posible usuario pase de largo la instalación en busca de otra que pueda ofrecerle algo más, como puede ser un simple aseo. De este modo, a pesar de lo pequeña que sea la instalación y de los pocos gastos fijos que pueda tener en comparación con una más grande, las ventas que en ella se realizan son tan bajas que ni siquiera llegan a sufragar esos gastos, con lo que la gasolinera no tiene más remedio que acabar echando el cierre. Además, este tipo de negocio tiene otro inconveniente añadido, ya que los gerentes de estos no son los propietarios del terrenos en los que se encuentran, sino que tienen concesiones administrativas para el uso de ese espacio por un determinado período de tiempo.
Y, aunque muchas veces el motivo de cese del negocio sea la falta de diversificación para poder ofrecer un servicio diferenciado con respecto a la competencia, otras veces las estaciones de servicio se fundieron, precisamente, por sobredimensionar sus instalaciones y ofrecer una gran cantidad de servicios innecesarios para el lugar en que se encontraban. Porque, dependiendo de la localización, puede ser que la estación de servicio deba ser, simplemente, una pequeña gasolinera en la que hacer una parada rápida para repostar y nada más, sin otros añadidos. Sin embargo, fueron muchos los que, una vez más sin hacer un correcto estudio de mercado, se lanzaron a construir grandes estaciones de servicio en lugares inadecuados, con lo que pronto se encontraron teniendo que mantener a flote unas grandes instalaciones que no se usaban y que no generaban los beneficios suficientes para sufragar sus propios gastos. Por desgracia, hubo muchos propietarios que no supieron ver que, entre una unidad de suministro y una gran estación de servicio, existe un término medio que se puede adaptar mejor a algunas localizaciones concretas. Esto es lo que ocurrió con la gasolinera de As Travesas, en Carral, o con la E.S. A Lagoa, en Vimianzo, cuyas instalaciones eran demasiado grandes y costosas de mantener para los beneficioso que lograban.
El fin del monopolio también trajo consigo un motivo más de cierre. Al final de este, las estaciones de servicio estaban obligadas, en un principio, a firmar contratos de suministro en exclusiva con un operador en concreto. Ante esta obligación, fueron muchos los gerentes que, por una aparente comodidad, lo que hicieron fue firmar contratos de muy larga duración, de más de 25 años, o firmar directamente contratos de gestión, trasladando, de algún modo, el dominio de la estación a la propia petrolera para, así, desentenderse de ello durante una buena temporada. De este modo, se forjaron algunas relaciones comerciales de rentabilidad dudosa o difícil de mantener, porque en 25 años las circunstancias cambian, y mucho. Al final, muchos de los pequeños empresarios no pudieron mantener sus negocios abiertos ante la imposibilidad de poder firmar contratos nuevos con condiciones más ajustadas a los cambios, ya que es muy difícil obtener beneficios de un negocio de este tipo cuyos contratos de suministro siguen con las mismas condiciones de 25 o 30 años atrás. Firmar contratos de duración más corta puede ser más incómodo, ya que hay que estar más pendiente de sus vencimientos, pero tiene más ventajas, puesto que es mucho más fácil adaptarse a los nuevos tiempos y, además, da la oportunidad de poder negociar las condiciones de los nuevos contratos de forma más eficaz, porque, en caso de que un contrato o una negociación en concreto haya dado malos resultados, existe la posibilidad de poder cambiar lo acordado en un período de tiempo mucho menor y poder negociar condiciones más favorables mucho antes.
Como ejemplos de contratos de larga duración que acabaron con el cierre del negocio podemos citar la E.S. de Buño o la gasolinera de Ordes, a doble margen en la N-550.
Otro motivo importante del cierre de muchas gasolineras es la pérdida de grandes consumidores. Hace unos años, los clientes con un gran volumen de consumo no tenían opción de comprar directamente a las distribuidoras de combustible, pues no existían más que las estaciones de servicio. Esto hacía que grandes consumidores de combustible, como son propietarios de grandes flotas de camiones o empresas de reparto, entre otros, tuviesen que repostar en las gasolineras. Pero esto ya no es así; ahora, estos grandes consumidores pueden instalar su propio tanque y pedir gasóleo directamente al suministrador, con lo que las gasolineras pierden una gran fuente de ingresos. Es cierto que algunas de ellas se han convertido en intermediarios entre las grandes petroleras y estos consumidores finales, pero la comisión que se llevan por tramitar este tipo de pedidos de combustible es irrisoria en comparación con el beneficio que podían conseguir antes, vendiéndoles directamente. Además, este tipo de pedidos directos se extendió, también, al gasóleo bonificado y a las explotaciones agrícolas, con lo que se perdió otro segmento de clientela de grandes dimensiones. Durante un tiempo, algunas gasolineras rurales pudieron ir subsistiendo con la venta de gasóleo agrícola a los pequeños agricultores, que no se podían permitir la instalación de un tanque privado; sin embargo, ahora incluso esos pequeños agricultores tienen la posibilidad de tener sus propios tanques, dejando de repostar, ellos también, en las estaciones de servicio. Además, el sector agrícola y ganadero, sobre todo el de las pequeñas explotaciones, está viviendo su propia crisis particular, haciendo que lo que antes eran pequeñas y medianas explotaciones con una cierta rentabilidad, pasaran a ser campos dejados en barbecho y granjas vacías, con lo que el último resquicio de negocio de algunas gasolineras rurales ha acabado por desaparecer también.
La pérdida de grandes clientes es lo que llevó al cierre, por ejemplo, a la E.S. La Curva en A Raña, que fue incapaz de subsistir solo con los repostajes de los coches utilitarios.
Y qué decir de los cambios de vías. Existen muchos ejemplos de gasolineras que se vieron obligadas a cerrar por la creación de nuevas carreteras. Un día el propietario de una gasolinera tiene un negocio en plena forma, con una rentabilidad muy buena, y al día siguiente se levanta con la construcción de una nueva autovía que hace que el tráfico se desvíe por otros lugares. De repente, los coches ya no pasan por delante de sus instalaciones, ya no paran allí a repostar, porque desde la nueva carretera ni siquiera se ve su gasolinera. Así, lo que antes era un negocio viento en popa pasa a ser el equivalente a un barco que hace aguas, donde los marineros intentan achicar con calderos sin que su trabajo sirva para mantener el negocio a flote. Esto es lo que les pasó a las dos gasolineras de Monte Salgueiro, en la N-IV, a la E.S. Cances, en Carballo, o a la estación de servicio de Miño.
Pero también ha habido cierres debidos a decisiones institucionales que afectaron negativamente al sector, bien por ser no del todo acertadas, o bien porque sus aplicaciones fueron nefastas. Por ejemplo, la Estación de Servicio de Celas de Peiro en A Coruña se vio obligada a echar el cierre por la decisión gubernamental de mantener las estaciones de servicio abiertas en horario completo de forma obligatoria en plena pandemia Covid, desde marzo de 2020, teniendo a disposición de los clientes todos los servicios a pesar de la prohibición de la movilidad. Esta estación no pudo soportar los gastos derivados de esta decisión, por encontrarse ya en una situación complicada. Los elevados gastos y la falta de ingresos hicieron que la Estación de Servicio de Celas de Peiro cerrase sus puertas el 13 de marzo de 2020 y no volviese a abrir nunca.
Otras gasolineras tuvieron que cerrar debido al Real Decreto de las bonificaciones de combustibles por motivo de la guerra de Ucrania. Las estaciones de servicio se vieron obligadas a adelantar esa bonificación y algunas de ellas, al no disponer de esa liquidez de dinero, tuvieron que cesar su actividad. Es el caso de la Estación de Servicio de Páramos, en el concello de Santa Comba, y la Estación de Servicio de Guitiriz, en Lugo.
Estos son solo algunos de los motivos de cierre de gasolineras, los más importantes, pero existen muchos más. Y muchos más vendrán, porque a nuestro sector se le avecinan tiempos difíciles, de grandes reconversiones, que pondrán en jaque a muchos negocios de este tipo.
Todavía no nos habíamos recuperado del todo de la anterior crisis económica cuando nos sumergimos en la actual, derivada de la Covid19. Y a la crisis habrá que sumarle los cambios energéticos, como la implantación del coche eléctrico, que hará que las recargas de vehículos ya no pasen por las gasolineras, porque se harán en casa, o la adaptación de las instalaciones nuevos productos, como el auto gas, el gas natural o el hidrógeno, que requerirá de grandes inversiones cuya rentabilidad todavía se desconoce.
El futuro se presenta muy incierto y complicado. Cuántos sobreviviremos a él todavía está por ver.
Y, para dejar constancia de esos esqueletos vacíos que mencionaba al principio y que se reproducen en nuestro paisaje como si fueran malas hierbas, a continuación, os dejo una serie de fotografías, solo de Galicia, que lo visualizan perfectamente.
Gasolineras cerradas en la provincia de A Coruña 24
Gasolineras cerrada en la provincia de Pontevedra 22
Gasolineras cerradas en la provincia de Lugo 9
Gasolineras cerradas en la provincia de Orense 4
Total gasolineras cerradas en Galicia 59
Autor: Julio César López Vázquez; Gerente E.S. Bazarra, S.L.; Presidente FEGAES; Presidente de la Asociación Provincial de EESS de A Coruña; Vocal de la Junta Directiva de AEVECAR; Vocal Junta Directiva de AGADISGAS; Vocal Comité Franquicias Claudio Express
Gran artículo, se nota mucho la gran experiencia de JulioBazarra en el sector de las Estaciones de Servicio, y el gran conocedor de la historia de las gasolineras de la provincia de A Coruña. Le felicito y le doy las gracias por compartirlo. Cesar
Qué sorprendente, cuántas estaciones cerradas y abandonadas. Es extraño que no se les haya obligado a desmontar la estructura, al menos para proteger el paisaje. Esperemos que no aumente su número en estos tiempos difíciles.
Excelente análisis de un serio problema medioambiental, paisajístico y, por supuesto, social.
De lectura obligada para políticos (de los que ha dependido esa actividad), vecinos (que lo sufren) y amantes de la naturaleza.
Lo malo es que con el cierre de las Gasolineras se muere parte de la vida de la zona.
Descripción y análisis perfecto de la problemática de las EE.SS. Esto ocurre entre otras cosas, porque muchos de los que montan nuevas estaciones son profanos en la materia y se creen que el dinero que el cliente paga por llenar el depósito se queda íntegro para ellos. Nada más lejos de la realidad: el 70% son impuestos, a eso hay que añadir los gastos de personal, luz, teléfono, averías etc, y naturalmente pagar el producto, y todo tiene que salir de una pequeña comisión por litro vendido. Además muy a menudo hacer inversiones costosas debido a las normativas que Industria y otros organismos de sacan de la manga con mas frecuencia de lo deseado.
Se podría asegurar que las estaciones que hoy se encuentran cerradas es por falta de un estudio previo, pués seguramente aprovecharon un terreno propio para ahorrarse un buen dinero, cuando realmente ese punto es lo mas importante, ya que la instalación viene a costar lo mismo, por eso su ubicación es lo mas importante.
Muy buen artículo!
Excelente trabajo y gran conocedor de la gran problemática de las estaciones de servicio en Galicia,,se puede decir más alto pero no más claro,espero que este sector tan masacrado por las no ayudas que reciben y su gran apuesta por mejorar el servicio y atención al cliente les sirva de superación y crecimiento,un abrazo julio.
Gran artículo. Describe la historia del sector y el estado actual. Yo apunto como otra causa para el cierre las nuevas formas de viajar. Por ejemplo, en el 92 , una distancia para hacer la primera parada,por los coches y carreteras, rondaba los 150 Km. Hoy estas distancias son pequeñas. Esperemos que este artículo frene el efecto llamada
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